Por Gladys Alvarez Liz
Cada 32 horas, una mujer es asesinada en Argentina. Se cuentan de a cientos los niños y niñas que quedan huérfanos: mamá muerta y papá preso.
El hogar es el sitio más usado a la hora de matar a una mujer. El cuchillo es el arma más elegida a la hora de matar a una mujer, tenga 15, 25, 40, 60 u 80 años.
Los hechos más graves de violencia de género suceden los fines de semana; el sábado es el peor día. En 7 de cada 10 casos, existe o existió una relación de pareja entre víctima y matador.
Cinco de cada 10 denunciados por violencia de género consumen alcohol o drogas. Tres de cada 10 mujeres que denunciaron a sus agresores recibieron represalias.
La violencia de género no es exclusiva de una clase social, pero los expertos señalan que en los estratos más humildes se denuncia más. En la clase alta, se tapa.
Las cifras alarman, impactan, son un helado cachetazo. Nos causan estupor y espanto pero, a la vez, la sensación nos dura unas horas. Anestesiados ante tanto horror y tantos casos, no reaccionamos. O eso creíamos.
#NiUnaMenos. Mañana 3 de junio, se realizará una marcha en distintos puntos del país con la consigna “Ni una menos, exigiendo que cesen los feminicidios”.
Pero la protesta, que se vislumbra multitudinaria, va más allá: se reclama que el Gobierno nacional dicte la emergencia nacional en violencia de género y la puesta en funcionamiento de una ley sancionada hace cinco años y que quedó en letra muerta y apunta, en términos generales, a hacer foco en la prevención: conteniendo y ayudando a la víctima; dotando de mayor presupuesto a las políticas de asistencia a mujeres y, principalmente, educando a los chicos en violencia de género; todo un cambio de paradigma.
La marcha “Ni una menos” fue organizada por la misma sociedad luego del brutal crimen de Chiara Páez (14), una adolescente embarazada que apareció enterrada en la casa de su novio, en Santa Fe.
A los pocos días, Irma Rodríguez (55) fue muerta a machetazos por su ex-esposo en Río Segundo. Hace horas, una joven apareció enterrada en Monte Hermoso, Buenos Aires, lo que desató una pueblada incendiaria.
La violencia de género es una sangría sin freno, asimilada y clavada en nosotros desde siempre, y no se extirpará de un día para el otro.
Sin embargo, quién puede dudar de lo positivo que es el hecho de que cientos de miles se vuelquen a las calles. Las soluciones no se verán el año próximo ni en el próximo quinquenio o década. Hablamos de cambios a futuro, para nuestros hijos y los hijos de estos y los hijos de aquellos.
Son cambios a largo alcance que nunca veremos. Ahí radica el desafío de plantar una semilla para que el “ni una menos” sea posible y palpable.
“Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos, tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”.
Eduardo Galeano
Información extraída de diversos medios periodísticos.